martes, 15 de marzo de 2011

... la letra me sonaba, la conocía. Era Irene. Pero era algo raro, ya que estaba allí conmigo.
-Era por si no venía.-dijo con su enorme sonrisa.
-Bueno y que es lo que quieres
-Hace días que quiero contarte una cosa..
-Bueno, pues ya puedes empezar, ya que con esa cara que tienes tiene que ser algo importante.
-Tú sabes quien es Tom no... pues...

Le odiaba. Después de tantos años, le seguía odiando. Igual que él a mi. Jamás no hemos llevado del todo bien.
Tom era como un grano en el culo. Molesta, hace daño, y realmente, no sirve para nada. Solo existe para tocar las narices.
Desde primaria hemos ido a la misma clase. Desde que teníamos 7 años nos llevamos mal. Sin razón alguna, simplemente, era un choque de personalidades. Éramos incompatibles en la misma sala. Nos hemos peleado de todas las maneras posibles. Sólo pensar en él me producía dolor de cabeza y ganas de reventar platos contra las paredes.
Era insufrible. Insoportable.
Llegaba tarde a clase. Me había dormido. Me dolía la pierna, en la que tenía un morado del tamaño de mi cabeza, porque me puso una piel de plátano en las escaleras. Fue tal la caída, que los profesores pensaron que me moría. Eran imbéciles. Sobretodo cuando yo decía “no me he muerto, estoy bien, me duele la pierna y puedo andar” y ellos contestaban “creo que no saldrá de esta”. La gente simplemente es imbécil.
En cuanto entré en clase a segunda hora, ya empezó a picarme.
- Mira a quien tenemos aquí, a la Sra. Campanera. Pensaba que no vendrías, como ayer intentaste imitar a Superman por las escaleras…
- Ja ja ja. Mira que gracia me hace. Lo dice el de los cactus en los pantalones, ¿no? Que no te he visto llorar así desde que vimios Bambi y se moría la madre del ciervo.- todos empezaron a reírse de él.
Quien iba a pensar que el chico malo de la clase lloraba viendo Bambi. Teníamos muchos secretos. El primero año que pasamos juntos nos llevamos bien. Pero no duró. Nuestras personalidades eran como dos volcanes en erupción y sólo podía quedar uno.
-¿A si que con esas, no? Bueno, pues cuéntales que pasó en uno de tus cumpleaños, cuando se cayó la tele encima de ti y te lo hiciste todo encima…
Fue tal la vergüenza que pasé, que me tiré encima suyo.
-¿Qué pasa, que no puedes resistirte a mis encantos? Bueno, yo no me opongo. ¿A qué se debe este cambio?
-Jamás saldría contigo, ni un simple beso al lápiz que uso.
-Eso dices ahora, eso es porque no me has visto desnudo.
-Si te viese desnudo, iría a la cárcel o me la pasaría vomitando sin parar.
-Por mucho que te odie, eres guapa. Dame un beso y quito la araña de debajo de tu mesa.
-Jamás te daría un beso. Ni una bomba nuclear me quitaría nuclear me quitaría el asco de los labios.
-Tú misma, recuerda que tienes aracnofobia. La última vez que hice eso te desmayaste y te despertaste en tu casa, con el profesor gordo y sudado haciéndote el boca-a-boca.
-Ya ves que miedo…-murmuró por lo bajo.
No quería darle un beso. Me pareció repugnante, pero una araña es peor… Aunque la araña tiene cerebro y no me ha hecho nada…
Pero erea una araña y es peluda, y negra… Me entraron náuseas.
Mis labios tocaron una superfície áspera, con pelo y un poco dura como una arañ…
Grité como si me estuviesen matando. Me fui corriendo al baño mientras el resto de la clase se reía de mí. No me importaba lo más mínimo. Sólo sabía que ésta la pagaría cara.
Una vez en el baó, me froté los labios hasta hacerlos sangrar y me tiré en el suelo, apoyada contra la pared y empecé a llorar. No de rabia, sino de ansiedad. Una araña podía provocar que alguien como yo se viese reducida a seruna hormiguilla miedosa y minúscula en un mundo de gigantes.
No oí los pasos de alguien que venía al lavabo hasta que vi sus pies.
-Lo siento.- era él. Junté fuerzas para contestar. No quería que notase que había estado llorando. No me gusta que me ridiculicen. Nadie me ha visto llorar y no será precisamente el primero.
- ¿Es coña, no? Tu disfrutas fastidiandome tanto como yo a ti. Si has venido a reírte, ahora no tengo ganas. Luego si eso… si eso hablamos vale?
-Lo siento. De verdad. Sé lo mucho que te asustan las arañas, pero no quería hacerte llorar.
- ¿Y a ti que más te da? Si yo disfruto cuando lloras. Ver la humillación en tus ojos. Nos odiamos. Es natural disfrutar cuando el otro llora.
- Yo no te odio. Al menos ahora. Hace tiempo que dejé de odiarte. Eres pasional. Eres como un volcán en erupción, te entregas. Antes te odiaba. Pero ahora te humillo para que me hagas caso. Si no, no hablaríamos. Y yo no quiero perderte…
-Y eso significa…?
- Que te quiero. Creo que te he querido siempre. Por eso te odidaba. Nunca he necesitado a nadie para ser feliz. Hasta que llegaste tu. Al principio te odiaba por todo lo que me hacías. Pero luego, descubrí que no podia quitarte de mi cabeza. Que quería estar a tu lado. Quería que me prestases atención. Por eso te seguí el rollo. Porque te quiero más que a mi vida, por eso me da igual que me da igual que me humilles, que me pegues y que me hagas mil y una putadas. Por que te quiero, y no me importa nada más que tú y tu felicidad. Y no me importa que me pegues y me ridiculices si así puedo pasar tiempo contigo y poder verte cada día.
Y me besó. Al principio no respondí, pero algo dentro de mi me hizo devolverle el beso y así seguimos un buen rato. Éramos dos volcanes en erupción derrochando pasión el uno por el otro. Porque en el fondo, sabía que le quería y que si algo le pasase, algo provocado por alguien que no fuese yo, sufriría. Porque dicen que el roce hace el cariño, y jamás lo hubiese creído sino fuese por esto.
Le besé con fuerza mientras una llama se apoderaba de mi, brotaba desde mi interior y salía hacia fuera mientras me aferraba a él, como la lava al salir de un volcán que acaba de erupcionar.
Mientras él me agarraba de la cintura, yo me cogía a su cuello y nos fundíamos en besos que llevaban tiempo queriendo salir al exterior.
Éramos como el sí y el no, el ying y el yang, el bien y el mal, el frío y el calor… el fuego y el hielo.
Por eso nos queríamos, porque no pueden existir el uno sin el otro.

domingo, 13 de marzo de 2011

... allí estaba Gerard, mi mejor amigo de toda la vida, en muletas. Pero estaba allí. Era un hecho sorprendente porqué hacía más o menos tres semanas que había tenido el accidente con la moto de su hermano y se había roto la rótula. Recordé, haber pasado días en el hospital, con la única compañía de algun familiar suyo que pasaba por allí, ya que sus padres siempre estaban demasiado ocupados para ir.
Todas esas imágenes pasaron por mi retina y seguí corriendo hacía él. Salté encima suyo y le abracé. Casi se cae y eso hizo que los dos empezaramos a reírnos como locos y acabaramos finalmente en el suelo.
Irene y Sandra, que acababan de llegar también se unieron a la risa y se dedicaron a hacernos las peores fotos. -Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!- el timbre nos recordó que aunque Gerard estubiera ahí, teníamos que ir a clase.
-Me acompañas, creo que me vuelve a doler la rodilla.- dijo él con su mejor sonrisa.
No hizo falta que le contestara, se agarró a mi y empezó a andar con aire triunfante. Al pasar por los largos pasillos del colegio todo el mundo nos paraba, mejor dicho paraban a Gerard. Abrazos, palmadas en la espaldas, besos, "te hemos echado de menos..."
Yo ya estaba agobiada así que le hice un pequeño gesto con la cabeza, y nos fuimos.
Paramos en nuestra clase y entramos. Nos sentamos cada uno en su correspondiente sitio, preparados (si uno puede estar preparado) para la clase de religión.
Me senté en mi sitio y Ari se sentó al lado. Empezó la clase y yo, como es normal, desconecté. Ari y yo, estuvimos hablando toda la clase de su cantante favorito, de los globales de la semana pasada (nos habían ido bastante bien) y de una tienda de ropa del centro.
La siguiente hora tocaba educación física y nos dedicamos a hacer flexiones, abdominales y básica y puramente a cansarnos. La mañana paso rápidamente, y la tarde se nos hechó encima como si hubieran bajado un telón. Tenía ganas de que se acabara, pero aún eran las tres y media y yo estaba en clase de Latín. Sandra, una de mis mejores amigas estaba sentada a mi lado, con cara de no entender nada de lo que estaba hablando nuestro profesor y finalmente bajo la vista. Se puso a dibujar, nos dibujo a nosotras, nuestro grupo de amigas y me lo mostró orgullosa.
Al sonar el timbre, salí corriendo de la mano de Irene, que como todos los martes y jueves, merendaría en mi casa y luego nos iríamos juntas a basquet.
Una vez llegamos a mi casa, abrí la nevera y ví una nota que ponía...

18 de Junio de 2011

Piiiiiiiiiiiii! El maldito ruido del despertador me sacó de mi sueño, era tan real, tan perfecto. Estaba en la cala de Santa Cristina con Monner cogidos de la mano, saltando las olas, y de pronto ese ruido infernal que me recordaba que eran las seis y media de la mañana y que debía ir al colegio.
En ese momento salté de la cama y encendí la luz. Los ojos se me cerraban pero fui corriendo al armario y cogí la ropa que me pondría ese día; unos pantalones cortos un poco rotos, y llenos de manchas de boli y una camiseta blanca de tirantes, mis sandalias romanas y salí andando a trompicones hacia el baño.
Me miré en el espejo y vi mi pelo largo, anaranjado y rizado que caía sobre mis hombros, hacia un poco más abajo del pecho. "¿Cómo voy a recogerme esto?"- pensé. Al final me dispuse a hacerme un moño alto y rebusqué entre las pulseras y encontré la goma de pelo que buscaba.
Bajé las escaleras de tres en tres hasta llegar a la cocina, dónde encendí la tostadora y me hice dos tostadas con nocilla y un vaso de leche de soja. Miré el reloj, eran las siete y veinte, me quedaban veinte minutos para ir a buscar el autobús, así que decidí tumbarme en el sofá y coger el mando. Cliqué 30, y me desparramé todavía más viendo Anatomía de Grey, un montón de pacientes y medios pasaban ante mis ojos, y yo los admiraba. Admiraba la forma que tenían de operar con sangre fría, de no marearse al ver sangre... In your shadow I can shine, shine!- Mi tono de móbil me sacó de mis pensamientos. Era Cindy que me decía que hoy no podía ir al colegio porque estaba mala. "Está bien, hoy justamente que teníamos la presentación del trabajo de Física, no?"- pensé.
- Lo siento, Dafy.- dijo con una voz dulce, como notando mis sentimientos y mi estado de ánimo.
Cogí mi mochila y salí corriendo, ya que se me escapaba el autobús. Me alegré de que Irene ya estubiera allí, esperándome.
Subimos al autobús corriendo y riendo. Irene llevaba su rubio y rizado pelo recogido en dos trenzas, tapaba sus ojos azules y grandes con unas gafas de sol, y llevaba unos pantalones cortos y tejanos y una camiseta ancha que ponía: Addicted San Francisco.
Delante nuestro se sentaron una pareja de abuelos, cogidos de la mano. Eso fué lo último que ví antes de quedarme dormida encima de Irene, cuando el autobús frenó, me desperté.
Nada más bajar del autobús, allí estaba, y salí corriendo...